Carlota tiene apenas dos años y, afortunadamente, no sabe de guerras pero su padre, Javier Nebreda, ha visto sus ojos reflejados en cada niño con el que se ha cruzado en los campos de refugiados en la frontera entre Ucrania y Polonia. “Veía pequeñas Carlotas por todas partes”, explica mientras relata su viaje para llevar alimentos y materiales y traer a cinco mujeres refugiadas.
Ex alumno marista y vinculado al grupo Scouts Arlanzón, Javi lleva la solidaridad en el corazón y no dudó en sumarse a una “red de voluntarios” para poner su granito de arena. Con parte de lo recogido en Burgos con la solidaridad de todas las familias, cargaron una furgoneta y partieron rumbo a la frontera. 5 días y 6.200 kilómetros que se suman a la ola de solidaridad con el pueblo ucraniano. “De repente en la frontera te encuentras con otros conocidos de España y te das cuenta de todo lo que se está moviendo la gente, de que hay algo bueno detrás de todo esto”, señala.
Javier insiste en la necesidad de que toda esa solidaridad esté “organizada” a través de las entidades internacionales que, entre otras cosas, están facilitando el viaje y acogida a los refugiados. En su caso, llegaron a un “albergue de frontera” en Polonia a solo dos kilómetros de un campo de refugiados ucranianos. “Era un centro comercial cerrado, lleno de hamacas amontonadas… y veía a Carlota por todas partes”, recuerda Javi que detalla que había muchas mujeres, niños pequeños y “gente mayor, algunos incluso con problemas de movilidad, que te preguntabas cómo habían podido llegar hasta allí”.
En el albergue conocieron a las cinco mujeres que han viajado con ellos a España. Dos chicas jóvenes y una mujer con su madre y su suegra que les contaron que habían pasado 18 días en un bunker e incluso contactaron con sus familiares que quedaban allí. Con un poco de inglés y el traductor de google, se fueron comunicando durante las largas horas de viaje. La conexión entre todos fue fácil. Podríamos ser cualquiera de nosotros, tanto los conductores como las refugiadas. “Hay otras guerras”, señala Javi, “pero a esta llegamos en dos días de coche y todo es tan parecido a nosotros, los lugares, la gente… que es imposible que no te conmueva”.
Esta no es la historia de Javi. Tampoco la de Carlota, a quien su padre le contará algún día este viaje. Ni siquiera la de las cinco mujeres. “Hemos conocido a cinco, pero hay tres millones de refugiados. Este viaje ha sido un principio”, afirma Javier Nebreda que sigue en contacto con ellas por whatsapp, con la red de voluntarios, y ya está pensando en las próximas acciones de solidaridad con Ucrania desde el colegio, los scouts o donde haga falta.
Con esta historia real queremos agradecer desde el colegio la solidaridad de todos y seguir animando a todos a poner nuestro granito de arena.